Yo la vi en El Perote de las Musas, evento artístico-cultural que se desarrolla anualmente desde hace cuatro años en Santo Domingo de Las Tablas, Provincia de Los Santos en Panamá. Era la segunda vez que la escuchaba narrar esos cuentos en los que la observación de su entorno parecen ser la clave de su talento. Allí nos leyó una parte de su reciente premio literario, el de Literatura Infantil "Carlos Francisco Changmarín". Estrenamos "El Jardín de Mamá Charo" de la viva voz de su autora y junto al mismo Chico Changmarín, fuimos testigos de la magia en la que nos envuelven ella y sus personajes, sobre todo Juan Pablo y Tranquilito, cuyas aventuras y observaciones de la naturaleza (tanto la de las plantas, como la de los animales y hasta la humana) nos devuelven la alegría sin que nos sintamos obligados a ocultar la sonrisa.
Disfruté los tres cuentos que leyó, pero "El Vacío" - que no se si lo hizo a propósito para dejarnos con una nostalgia colectiva - me sacudió el sentimiento de pérdida por aquel patio que dejé en mi infancia, en el que descubrí muchos de mis temores, mi capacidad de creer en la humanidad y hasta un lejano episodio de jugar a "papá y mamá" del cual salí con tres correazos y toda la tristeza del mundo por tener que abandonar a mi esposo sin decirle que todo había terminado entre él y yo, y que nunca, nunca, nunca más mi mamá quería escuchar desde su ventana que era la hora de acostarnos...
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