Está bien, me desperté media hora tarde
esta mañana, pero estaba soñando con Alessandro Baricco. En mi sueño el escritor era una mujer
delgada y de ojos grandes. Lo
descubrí porque encontré los manuscritos de Seda en la habitación de un
hotel. Ya no pudo negarlo, me
contó con algo de resignación que ella era la amante que una vez Hervé Jancour
conoció en Japón, la indescifrable extranjera que lo sedujo con su forma de ser
sobre las cosas. En la historia real – según me iba relatando – Jancour llegó a encontrarla algún tiempo después de la muerte
de su esposa y cuando quiso por fin concretar su deseo de amarla se vio más
seducido por el recuerdo de su esposa.
La Alessandro Baricco de mi sueño decidió escribir la historia como un pequeño
cuento en homenaje a esa manera de intuirse, presentirse y de sentirse, que
llaman amor. Sin embargo, al final
de su aventura narrativa se quedó con Seda, una novela corta que ha sido
traducida a más de 17 idiomas y que terminó en una producción cinematográfica
igual de preciosa, con su respectiva carga de imágenes alucinantes.
En el sueño me fui a dormir y al amanecer
el sol que se colaba entre las cortinas me despertó y cuando abrí los ojos
también lo hice en mi cama esta mañana, media hora más tarde y asustada por mi
capacidad de dormir hasta media mañana sin reparos. Por suerte eran apenas las seis y Alessandro Baricco seguía
siendo un tipo simpático que ama la literatura. Aunque, pensándolo bien, igual que Hervé, mi escritor
tiene algo de femenino y en su escritura también reside esa belleza.
En proceso de lectura! Hasta el momento ha sido una prosa deliciosa. Abrazo
ResponderEliminarSeda... no puede sino disfrutarse. Una verdadera maravilla de la narrativa.
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