Fernando Contreras Castro
COLUMNAS ESCOGIDAS
Primero dibuje la columna vertebral de la espalda;
Luego vístala por pasos, con cada uno de sus músculos,
uno tras otro, y añada los nervios, las arterias
y las venas a cada músculo. Además, marque las vértebras
a las que están unidos, qué intestino entra en contacto
con ellos, qué huesos y otros órganos, etc.
Leonardo Da Vinci.
Cuadernos.
Parte segunda.
VI. Anatomía.
Prólogo del Autor
La presente es una selección de columnas en torno a variadas temáticas de la vida cotidiana.
Se ofrece a los lectores un compendio de diferentes argumentos por considerarse cuando sea oportuno, razón por la cual dichas columnas no aparecen en diarios ni revistas, pues resulta del todo imprevisible el momento de su máximo provecho y utilidad.
Si algún lector encuentra que ha llegado el momento de publicar alguna de las columnas, deberá hacerlo bajo su cuenta y riesgo en el medio público de su elección, asumiendo así la responsabilidad por los contenidos, dado el caso de que resultasen lesivos u ofensivos para la sensibilidad de otro.
Comprendido o anterior, el autor de estas líneas queda absuelto a priori de toda culpa y responsabilidad por los daños que pudiera causar esta lectura a terceros.
F.C.C.
Argumentos a favor de
ofrecer al público el
“Programa Borges”
1
Ya no sabremos si al bibliotecario ciego esto le hubiera parecido una maravilla o una aberración. Es claro, eso sí, que el IB. hubiera cambiado la historia de la lectura. (El libro incorporado, o interiorizado, es la técnica y la tecnología de transmitir al cerebro humano el contenido puro y puntual de un texto literario).
Sin prescindir del lenguaje escrito, entre otras cosas por no sacrificar el estilo personal de los escritores, y sin uso de sonido alguno, ni de imágenes predefinidas, porque no hubiera habido en ello mayor diferencia con el cine, el IB. (inner book) pudo haber sido el punto de encuentro absoluto y definitivo entre el cine y la literatura, y al mismo tiempo, el aniquilamiento de ambos.
Es del criterio de este columnista que el Programa Borges, incluidos los experimentos, y los expedientes de los sujetos experimentales, deben ser desclasificados, para ponerlo al alcance de quien pudiera desarrollarlo como un bien cultural sin fines de lucro.
El programa debe ser publicado en revistas científicas, y en periódicos, sin censura. Debe ser sencillamente expuesto a la opinión pública.
El bibliotecario ciego hubiera apoyado el programa, seguramente. Hubiera bendecido el programa.
El conocimiento del cerebro humano quizás no se complete nunca. La estimulación de ciertas áreas revela ciertas cosas que no pueden darse por sentadas por no poderse asegurar que se repitan idénticas de un individuo a otro, aunque así parezca en las generalidades, aunque lesiones similares, por ejemplo, produzcan reacciones similares, y los mismos fármacos generen respuestas muy parecidas entre personas muy distintas. Tal vez haya denominadores comunes a un nivel estructural físico, pero al de la conciencia y la subjetividad, ya se sabe, no hay dos que reaccionen de igual manera.
El ciego de Ginebra, “el ciego integral”, como lo llamó Cortázar en alguna ocasión, habría planteado, sin imaginarlo, los cimientos teóricos del programa con su solo enunciado de que “los libros se escriben los unos desde los otros”, y habría revelado con esa misma sentencia, sus infinitas posibilidades.
Cortázar por su parte, con su obsesión por ganarse la complicidad del lector, hubiera seguramente encontrado fascinantes las impredecibles puertas que prometía abrir el IB.
Al ser el IB. un programa capaz de transmitir la secuencia de imágenes que son las letras, palabras, oraciones y párrafos de un texto literario, sin mediación de imágenes de ninguna otra naturaleza, al cerebro de una persona, hubiera significado para los ciegos, por ejemplo, la posibilidad de “leer” como si pudieran ver, y a los videntes, la de leer como si fueran ciegos, porque aún siguiendo los mismos principios y mecanismos ópticos de la lectura, ésta se hubiera realizado a ojos cerrados: no hubo uno entre los sujetos experimentales que pudiera mantener los ojos abiertos una vez comenzada la transmisión, como si los párpados decidieran cerrarse por ellos mismos, ajenos a la voluntad del “lector”; porque con las primeras secuencias de letras les sobrevenía una suerte de “estado alterado de conciencia”, de semi sueño, o ensueño, al mismo tiempo que se registraban inusuales actividades en sus cerebros, y vasos conectores imprevistos entraban en acción; zonas, en principio bien cartografiadas y conocidas, se comportaban de manera “anómala”, en el criterio de los neurólogos y demás especialistas del equipo.
Sujetos experimentales de múltiples y muy bien diferenciadas procedencias, fueron sometidos al Programa Borges por diferentes períodos, y en distintos estados físicos y condiciones emocionales, es decir: a la estimulación del nervio óptico por fototransmisión fría de alta velocidad de datos reconocibles por los sujetos como caracteres alfabéticos de su pleno dominio, cuyo ordenamiento y secuencia fija equivalía a algún un texto de la llamada “literatura universal”.
Argumentos a favor de
ofrecer al público el
“Programa Borges”
2
En su prólogo a la primera edición en castellano de “Las Enseñanzas de Don Juan”, de Carlos Castaneda, Octavio Paz señala que “La verdadera defensa de la obra consiste en irritar y seducir la atención del lector con un texto que pueda leerse de muchas maneras”. (15 de septiembre de 1973).
Para la época en la que Paz escribía esas acertadas palabras, era impensable, inimaginable un programa capaz de transmitir al cerebro humano la experiencia de la lectura lineal, como lo logró el Programa Borges.
Refiriéndose al “Finnegans Wake”, Paz agrega que “cada frase y cada palabra es un haz de sentidos, un puñado de semillas semánticas que Joyce siembra en nuestras orejas la esperanza de que germinen en nuestra cabeza”.
Joyce tampoco hubiera imaginado que sus búsquedas literarias pudieran llevarse a las últimas consecuencias con ayuda de un ordenador y un par de dispositivos de transmisión.
Milorad Pavic, fue quizás el único que vivió lo suficiente como para ver realizado su desmesurado sueño de la obra con infinitos finales posibles. El rumor de que se contó entre los sujetos experimentales no se ha comprobado hasta la fecha. Pero se dice que se sometió al experimento con la condición de le fuera transmitida una obra suya. También ignoramos cuál, aunque se ha dicho siempre que se trató de su poderoso “Diccionario Jázaro”.
El Programa Borges, finalmente, es la materialización de una fantasía perversa de escritores, neurólogos, oftalmólogos, psicolingüístas e informáticos, brutalmente censurada por diferentes instancias del gobierno, como se sabe, presionadas por los defensores de los intereses de importantes casas editoriales y productoras cinematográficas, ante la amenaza que creyeron atisbar, no sin razón, en el hecho de que por fin y sin lugar a dudas, este programa haría del lector el autor definitivo y soberano de la obra que leía.
Argumentos a favor de
ofrecer al público el
“Programa Borges”
3
Semejante al efecto narcótico de los psicotrópicos, el Programa Borges sumía en una suerte de ensueño a los sujetos experimentales, como quedó dicho, una vez iniciada la sesión en la que les era transmitido un texto literario.
La controversia inició en el momento en que el equipo se declaró incapaz de contener y dirigir la atención del lector al contenido puntual del texto.
Fuentes extraoficiales revelaron que fue eso lo que llamó inmediatamente la atención de Pavic (previamente informado y consultado acerca del Proyecto), y su interés por someterse a la experiencia. Se dice que el autor serbio, después de una sonora carcajada, declaró: “siempre hemos sabido que no existe tal cosa llamada contenido puntual de un texto”.
Se sabe que no hubo dos sujetos experimentales que narraran una experiencia ni siquiera similar después de habérseles transmitido simultáneamente un mismo texto, en idénticas condiciones, a la misma velocidad.
Puesto en los términos de Paz, se demostró que cada palabra, cada letra, seguramente, era un haz de sentidos que se disparaba por la vida entera de cada lector; que cada oración, quizás, era una alfombra voladora que usaba a su antojo para llegar a imprevisibles lugares de su imaginación. En última instancia, se demostró que el texto, sin importar cuál, era apenas la ínfima chispa matriz de un incendio forestal, que de ahí de donde muchos sujetos experimentales se habían acostado para que les fuera transmitido, por ejemplo: “Como todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul; como todos, esclavo… ”, o bien: “No es que Kublai Kan crea en todo lo que dice Marco Polo cuando le narra las ciudades que ha visitado en sus embajadas…”, ninguno de ellos se levantó para decir que había leído a Borges o a Calvino, sino que, sin excepción, cada uno narró una historia-vivencia radicalmente distinta tanto del texto de partida, como de las de sus compañeros. Y sin excepción, cada uno mostraba un estado anímico igualmente particular.
Argumentos a favor de
ofrecer al público el
“Programa Borges”
4
De “insondable”, fue clasificada la combinatoria, y con ello en realidad se aludía a la similitud entre la experiencia producida por los psiquedélicos en la bioquímica de la conciencia, y la producida por el IB.
Se dijo que el sujeto sometido a una sesión con el “inner book” vivía no la experiencia de la lectura, sino la de los estados alterados de conciencia, que si bien podrían tener ciertas virtudes terapéuticas en casos extremos de enfermedad mental, su libre circulación en la sociedad y la cultura podría equivaler a la legalización de las drogas psicoactivas, argumento que acabó de convencer a los jueces de dar por terminados los experimentos y por cerrado el caso del Programa Borges por ser perjudicial a la salud pública.
A nuestro entender, el argumento de la salud pública resulta débil, cuando no ridículo, empezando por el hecho de que la experiencia del IB. sólo puede ser íntima e individual, imposible de socializar, a lo que se suma la corta duración de esta, no más de tres minutos cuando se trata de las obras más extensas de la literatura universal, con la ventaja de que su uso no deja huellas ni consecuencias físicas en las personas, las cuales están, en principio, inmediatamente después de la experiencia, en condiciones de reanudar su vida cotidiana.
Creemos “leer” en la sentencia una suspicacia diferente: el IB. resulta amenazante no porque funcione como una droga, sino porque surtió un resultado inverso al esperado, entiéndase, en vez de producir en el sujeto la experiencia de la lectura pasiva (si tal cosa existe), produjo la del creador activo.
“Podemos dominar a millones de lectores, pero no así a millones de creadores”, podría formularse así la gran conclusión de La Corte Suprema de Justicia.
El IB. fue concebido como un instrumento al servicio de la educación. Se llegó a pensar que facilitaría el aprendizaje de lenguas extranjeras y de las matemáticas, por ejemplo, pero al ser probado con la literatura, reveló que la experiencia de la imaginación sin límites ni inhibidores producía en la persona una experiencia de libertad que sí podía tener repercusiones sociales, como la “desadaptación”.
Se dijo que un “viaje de IB”, como se le llamó finalmente a la experiencia, era equivalente a la del sueño que, en términos psicoanalíticos, trascendía las barreras de la represión, pero con el agravante de que la persona lo recordaba minuciosamente al terminar; cosa que los especialistas calificaron de extremadamente riesgosa para la integridad psíquica de los usuarios.
Terminamos esta columna declarando que discrepamos de las razones de los especialistas tanto como de la sentencia de La Corte, y sugerimos a los lectores que mediten en torno a las siguientes observaciones, una por punto cardinal.
1) El viaje de IB. sólo potencia lo que ya de por sí produce la experiencia artística, no solo de la lectura.
2) La exploración interior que permite el viaje de IB. es profundamente reveladora de contenidos importantes para la relación del sujeto consigo mismo y con su entorno social.
3) La libertad que experimenta la persona posteriormente al viaje de IB. podría llevarla a entrar en conflicto con los valores defendidos y promulgados por los diferentes sistemas políticos y religiosos en el mundo, con consecuencias impredecibles.
4) La democratización del uso del IB. podría promover cambios en las estructuras sociales a favor del individuo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario