La historia es real. Ocurrió en la cocina de la casa donde vive mi madre. Ella no sabía mucho sobre el origen de Blacamán, así que decidí buscar un poco en el gran océano del internet y lo primero que encontré fue un cuento del famoso y recién fallecido Gabriel García Márquez: Blacamán el bueno, vendedor de milagros.
Tomada del blog Caracas en Retrospectiva |
De todos modos la cosa no me convenció, porque ella hablaba de un señor en plan alguien que existió, así que decidí seguir buscando y encontré a la leyenda del calabrés que llegó a Caracas, Venezuela por ahí a principios del siglo XX con un cabello muy llamativo y se hacía pasar por un fakir hindú. En efecto, el cuento del recolector de historias se había inspirado en la leyenda, pero no era de ahí que había salido.
Según el mismo blog Caracas en Retrospectiva, Blacamán si había existido y se había dedicado a las ciencias ocultas, haciéndose famoso por hipnotizar animales - entre otras cosas -. En Panamá no he encontrado hasta el momento algún registro sobre la presencia de un Blacamán o relatos que lo asocien con un personaje local, salvo por un documento de corte político que lo ubica como "el culebrero de Santa María del Darién", que más bien venía de Colombia; por lo que pudiera ser que este mismo señor de origen italiano hubiera visitado el istmo en busca de negocios por todo el continente, incluyendo una incursión a los Estados Unidos para vender no sé qué jarabe de lengua.
Tomada de internet |
Sin mucha precisión un artículo sobre circos y teatros de carpa lo menciona como un espectáculo que recorría ciudades en América. Ello lo coloca en las altas probabilidades de haber pasado un tiempo, o dos, o tres en la Ciudad de Panamá y haberse hecho famoso por su melena y sus dotes mágicas.
Lo cierto es que el personaje existió y hasta hay en venta por e-bay un afiche tipo Art Decor donde se lo ve hipnotizando a un temible león (qué buenos eran esos afiches) que hasta parece que ruge resistiéndose al embrujo.
Toda esta pesquisa me hizo pensar en la riqueza de esos personajes que la gente mayor guarda en sus recuerdos, que ya no saben si les conocieron o no, pero los incorporaron a su acervo para dar pequeñas lecciones a la gente chiquita. Hay que rescatarlos y re-construir las historias, así como hacía el viejo Gabo, cuyo gran mérito fue poner a Colombia en el mapa mundial con su literatura, salvándola un poco de aquella visión amarillista de la violencia.
Ya saben, si no se cortan el cabello, se van a parecer a Blacamán.
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