No se sientan mal; ni es cierto que en este país la
gente no lee, ni que los esfuerzos estatales están orientados a la lectura como
herramienta educativa y de identidad cultural. Los libros que se usan en los colegios – al menos en Panamá
– funcionan como lo hacen las viseras para los caballos de carrera: sólo para ver la pista. Por si fuera poco, el material que hay
en ellos no se puede trabajar en un período escolar (hablemos de la cantidad
estúpida de materias que se trabajan en una semana, como si fuesen embutidos) y
se hace una selección de esa selección que pretende en su conjunto incentivar
la lectura. En serio, bastaría con
folletos de 30 páginas que se trabajaran bien durante el año, porque las otras
150 páginas ni las miran. He
revisado las interacciones en varios libros y resulta frustrante que aún
pregunten por el resumen de la historia o que pidan enumerar los personajes sin
darle mayor profundidad a la “lectura”.
Entonces, no aprendemos a “leer”, que es mucho más que pasar la vista por
las palabras y juntarlas en un frenesí de información. Leer como decodificar un texto no es
algo que puedan aprender en un colegio en estos días, salvo por contadas
excepciones donde los milagros ocurren y los educadores trascienden la planificación analítica escolar para permitir que sus estudiantes piensen.
Pero cortemos con el tema de la escuela,
hablemos de la literatura en las ciudades. ¿Eso cómo es?
Hagamos un ejercicio sencillo: usted está en Panamá y le da curiosidad
una autora, un título o un sub-género literario. ¿Qué hace?
Lamentablemente, tiene pocas opciones y una de las más completas será la
Librería Cultural, pero tendría que ver cómo hace para llegar al barrio de
Perejil y encontrar el local entre pensiones, brujos y fondas.
Dichoso si va en bus, porque le deja en la parada de en frente (la de Calle Primera Perejil); pero
tendrá que brincar entre aguas negras y otros obstáculos que le pueden disuadir
muy pronto. Lo otro es irse a
Exedra Books, pero lo más seguro es que no haya quien le explique – por ejemplo
– qué es eso de “Novela negra” o eso de “micro-cuentos”, ya que lo más que
hacen es buscar en la base de datos los títulos que tienen. Hasta ahí llegó el servicio, póngase a
buscar en los anaqueles, por allá donde dice un generalizado “Novela”. No recuerdo si hay estantería dedicada
al cuento, pero si un espacio para la literatura latinoamericana, que es más
que lo que hace la tienda de libros El Hombre de la Mancha, donde una vez
pregunté por poesía y me dijeron que ellos no vendían eso. Si, a mi también me quedaron los ojos
cuadrados.
Es por eso que cuando voy a Costa Rica se
me hace agua la boca, pensando en las librerías que visitaré en los alrededores
de la UCR (Universidad de Costa Rica) o en otras áreas de la ciudad, en donde
van creciendo como flores. En
Colombia también hay buena oferta de librerías y además, de libros accesibles
en precio. Lo que jamás pensé fue encontrar una ciudad donde las librerías
compitieran en horario y clientela con bares, restaurantes y teatros. Esa ciudad es Buenos Aires.
foto de Ximena Troncoso (Poeta y periodista chilena) en el Barrio San Telmo de Buenos Aires |
Es cierto, no en todas las esquinas de
Buenos Aires encuentras la cantidad de librerías que puedes visitar en San
Telmo o en Corrientes, pero si te entra esa misma curiosidad de la que
hipotéticamente hablamos en Panamá, puedes tomar el Subte, el colectivo o
simplemente caminar unas cuadras y llegarás a una librería donde no solamente
verás clasificaciones que nunca imaginaste, sino que el librero se encargará de
orientarte con títulos de acuerdo a tu presupuesto. No sólo eso, si por casualidad no tienen algo, te podrán
recomendar otra librería donde te apuesto a que si hay. Mi experiencia en CABA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires) fue extraordinaria. No me creía que eran las nueve de la noche y llegaban
personas a preguntar por libros, a ojearlos, a conversar sobre ellos, a
comparar precios y a llevar la selección de la noche.
Y una se pregunta ¿Por qué tantas librerías?
Dicen que esa ciudad tiene más de 400 librerías o unas 25 por cada 100,000
habitantes. ¿Acaso los argentinos son más ávidos a la lectura? No lo sé, tendría que buscar algún
estudio, pero no me lo pareció.
Solamente sé que tienen una mayor oferta y pueden encontrar desde
clásicos hasta versiones económicas de un mismo título, dado el caso de que
quieran un libro. Me parece que
tiene que ver con los incentivos que tiene esta actividad comercial, con lo que representa
para la ciudad una librería y para el estado la disponibilidad de este producto
tan subvalorado en mi país.
Por favor, procuren no hablarme de la
Feria del Libro de Panamá. No sé
si todavía creen que cobrar 4 dólares por persona en la entrada amerita ir a buscar libros tan
caros como en su librería habitual. Además, que la hacen en uno de los meses más
lluviosos y más difíciles para movilizarse, en un lugar donde sólo pasa una
ruta de buses y me quiero morir con el delirio del estacionamiento. No sé, no es cuestión de darse golpes
de pecho diciendo que el libro más vendido el año pasado fue el de un
comentarista farandulero de CNÑ. Si yo organizo una feria del libro y me pasa eso, seguramente me voy a replantear mi vida entera.
Cuando tengan incentivos apetitosos para
quien promueva arte y cultura, veremos la intención de La Ciudad o del país para proveer a
la ciudadanía de una fuente inagotable de recursos valiosos: la literatura.
Duro y al hueso.
ResponderEliminarExcelente, Lucy Chau.
ResponderEliminarGracias, me alegro que haya sido tomado con el amor con que lo escribo.
ResponderEliminarUna vez escribí en mi fallecido FB que el gobierno nos quiere brutos y enfermos, por eso le ponen impuesto a los libros y a los condones. Abrazo, Joao
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