
En dos cervezas lo discutimos con Ichi, una de las socias del bar, y ella aceptó con entusiasmo y hasta con fe. Tomamos unas semanas en planificar, convocar y reunir atriles, instrumentos musicales, equipo de sonido y escenografía. La pared roja de los grafitti nos acogió inmediatamente, y no tardaron en llegar los convocados.