martes, 11 de diciembre de 2007

Querido Santa:

Tengo una petición muy importante que hacerte y voy al grano. Te ruego tengas la amabilidad de aclararle a mis sobrinos, vecinos y a los amiguitos de la escuela de mi hijo que tu eres un personaje de la historia a través del cual la se explica la generosidad, la fe y el consumismo.

Diles que lamentablemente pasaste a ser el sujeto de las manipulaciones mutuas entre padres e hijos, y que ya da pereza cargar con la culpa de los niños inquietos que no logran "portarse bien" (para complacer a unos adultos perezosos, lunáticos y egocéntricos) y de los parientes despistados y de conceptos atrasados que no logran atinar con los regalos esperados por tus habituales fanáticos.

martes, 6 de noviembre de 2007

El Lobo y las Siete Cabritas

Nos estamos olvidando de los cuentos a la hora de empezar. El cuento es que estoy leyendo una novela y casi no me deja tiempo para cuentos. Me salva entonces un niño de tres años que me pide una historia, y yo - toda aburrida - no puedo dejar de pensar en mi lectura, pero no se la puedo contar porque se trata de un asesinato múltiple. Así es que le pido que me cuente una a mi, sólo para darme cuenta de lo mal que estamos comenzando con su apreciación literaria.

El niño me trae una versión impresa de El Lobo y las Siete Cabritas del cual les coloco un link cualquiera para la referencia que algunos querrán, a falta de niños y libros de cuento. En el momento en el que empieza a pasar las páginas y a explicarme cómo la buena mamá cabra se va al bosque a buscar comida para sus siete cabritas todo va bien, porque las mamás somos buenas (cuando no regañamos y recogemos los juguetes bien calladitas) y siempre andamos buscando alimentos en lugares tenebrosos como el supermercado, las verdulerías de pacotilla que tenemos en esta ciudad y los restaurantes fast-food.

Total que el niño sigue por la parte en la que el lobo toca la puerta y las cabritas le dicen que no abrirán porque no es la mamá, quien al contrario del lobo, tiene una voz "suave y placentera". Wao!!! es la misma descripción con la que anuncian las líneas calientes del sexo...! Un poco nerviosa le pido que siga. Entonces dice que el lobo se comió un poco de tiza y con eso logró suavizar la voz. ¿Será por eso que mi sobrino comía tiza de pequeño?

El diálogo continúa, el lobo se disfraza y logra engañar a sus víctimas. Entra y arrasa con las hijas ajenas, menos una que será la testigo y ayudante de la madre cabra en el rescate. Eso último será posible porque en los libros de los niños el malo siempre es tonto y olvida -por ejemplo- masticar antes de tragar.

Finalmente la madre abre al lobo a punta de tijeras (dormido por el esfuerzo digestivo de tener seis cabras vivas brincando en la barriga), y realizando una rápidísima operación quirúrgica, saca a sus crías y después de empacarlo con piedras, lo cose magistralmente sin que signifique para el lobo dolor alguno. Como las piedras le dan sed -porque para los que no sepan, comer piedras da sed- el lobo, ya bastante civilizado se va a tomar agua al pozo y se cae de su peso.

Al mejor estilo de las historias en las que la víctima va perdiendo los valores humanos (o de buenas cabritas) por todo lo que sufre, las hijas de la cabra "celebran" la muerte del lobo, bailando junto al pozo.

¿Qué estoy haciendo? Me pregunto. Sus primeros contactos con la literatura son historias con estereotipos imposibles de sostener, con personajes que son buenos "por decreto" aunque actuen en contra de su humanidad (o cabrilidad, si quieren), lo colocan ante situaciones de terror como ser devorado por un enorme y horrible tipo contra el que sólo la madre puede actuar (...cuando se duerma). Y si el susto de imaginarse en el lugar de las cabritas causó en él lo que una buena obra literaria podría producir en un lector promedio, el sumergirse en el asesinato del lobo junto a la madre (esa buena mujer/cabra sin la cual no hay comida) también debe tener su propósito en el cuento, aparte de terminar con un "final feliz".

La historia de los cuentos para niños tiene una tradición de entretenimiento en las interminables tardes de pueblo y de afán por aconductar a los inquietos. Es la idea de la caperucita roja original, por lo que sé, y la de tantas otras historias, incluyendo a La Tulivieja. Miedo, adrenalina, historias en las que el protagonista se parece a uno, eso si, pero ¿patas blancas como sinónimo de estar a salvo? Creo que mejor hubiera sido contarle sobre la novela.

martes, 30 de octubre de 2007

Ichi, los encuentros y el destino

Hoy martes, como una de esas cosas simbólicas que a una la dejan pensando largo, me encontré con Ichi. Para quienes no hayan revisado las primeras entradas, Ichi era la entonces socia del Bar Mi Habana en donde comenzó El Cuento de los Martes.

Ella estaba radiante, a pesar de un extraño y novedoso cuello ortopédico que la obligaba a centrar la visión en su interlocutor. Una lesión – me dijo – la tuve hace años y con ciertos ejercicios me lastimo. De pronto sentí el contexto, estábamos en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad. Me sentí feliz de saberla de vuelta a sus quimeras, a las añoranzas de los tiempos en los que soñaban con reinventar el mundo. Claro que ya no hay Oveja Negra, teatro de calle, Brigada Muralista o música de trova llenando los ambientes, pero ahí estaba mi hermana Vielka dictando clases en un aula, Eduardo Irving y otros rostros familiares, y entendía que de alguna manera ellos – la generación de los setenta – siguen luchando por un Panamá bueno para los panameños.

No sé si el destino, como aquella noche del año 2003 me tenga reservado alguna misión en la que no haya pensado. Sé que a veces también dejo pasar las oportunidades de actuar, se que a veces la vida me tiene que llegar por el costado, pero hoy me queda la extraña sensación de que algo ocurrió entre el mediodía y esta hora en la que escribo.

martes, 23 de octubre de 2007

Cuentos en Pantalla

El mundo de la televisión es una berraquera. Mientras que uno puede asumir ser leído aunque no se vendan mucho ciertos libros, mientras que el mundo de la literatura toma su tiempo y al final es un asunto elitista, un programa de televisión, una película, un documental son juzgados sin pretensiones y casi de inmediato.

Contar un cuento en pantalla tiene otra dinámica. El publico elige y los costos son altos. El tiempo no transcurre igual en televisión. Tu "lector" no va a perdonarte revisando el párrafo anterior. Te apaga si te falta... o si te sobra.

martes, 16 de octubre de 2007

27 Libros de Cuento

¡Ras! - como diría una gente que conozco - así es que en la categoría cuento del Concurso Miró participaron 27 libros de cuento y el jurado lo declaró desierto. Eso sí que es un asunto en el que pensar. Jamás se me hubiera ocurrido que pudiera suceder. Dicen que ninguno reunía las características del cuento contemporáneo. Suena raro.

¿Lenguaje y longitud del siglo pasado? Ahí la cosa se pone ambigua. No sé ni que pensar. Me asusta que un panameño no pueda producir buenos cuentos. Nosotros tan gestuales, tan exagerados, tan enfáticos. Me asusta el fallo. Ahora que me empezaba a meter en esto de escribir cuentos se me está a punto de retraer el musculo del cuentista.

¿Podremos salvarnos?

martes, 9 de octubre de 2007

La Teoría del Vacío

Mi querida Tatiana me manda desde Guatemala un forward de esos "interesantes" con esto de la teoría del vacío, poniéndome a pensar un poco cuántas cosas acumulo por esa manía de conservar. Recolecto y guardo hasta casi no tener espacio para recibir nuevas cosas, y eso incluye pleitos, amores y miedos.

Precisamente hoy me estaba lamentando de haber prestado mi libro de cuentos "La Plaza de los Poetas", del escritor hondureño Alvaro Cálix. Luego me pregunté ¿para qué agregarlo a la torre que se levanta sobre la mesita de noche? Eso no sería lo peor, sino relegarlo al librero del pasillo, ese que sólo vuelve a la vida cuando queremos citar a un autor, revisar un texto que aparece fantasmagóricamente en el recuerdo, y para enseñarle a cualquier incauto la colección de publicaciones de tal o cual. Si soy injusta lo dejo ahí. Si no, lo presto, lo regalo o lo devuelvo a la mesita de noche para volverlo a querer.

Tony me pregunta -tal vez con cierta alevosía- cuántos libros he vuelto a leer (sin contar los de poesía, porque hay unos que seguramente retomé unas quince veces como los de Chuchú y los de Orestes Nieto), y yo no le contesto porque me parece odioso recordarme la inconsistencia.

martes, 2 de octubre de 2007

Taller de Cuentos

El martes pasado empecé a tomar un taller de cuentos con la escritora panameña Consuelo Tomás. Tengo algunos cuentos atravesados en el cuaderno de apuntes, en las diversas computadoras que me tomo por asalto y hasta en los sobres en los que viene el recibo del teléfono. La traba estaba en el conflicto. Allí es que se me enredó la cosa como una bola de pelos. Me toca limpiar los cuentos y separar las historias. Si no lo hago, los cuentos van a terminar ahí donde están.

Pero la cosa con el taller de Consuelo tiene que terminar en un cuento. El mío se llama Tragamonedas. Mi jubilada se ve forzada a abandonar el barrio de San Francisco por la irrupción de un edificio de 40 pisos detrás de su casita. Aburrida por su nueva condición de invitada en casa de su hija, empieza a salir todas las semanas al centro comercial en donde cerca del supermercado se encuentra un casino popular. Ella no se percata de que se ha enviciado hasta que su nieta la encuentra pidiéndo limosnas para completar su pasaje de regreso a casa, el cual ha perdido repetidas veces por esa última oportunidad que le quiere dar a la tragamonedas para que la haga felíz.

Me dan ganas de ponerla a salir los martes, para que la salidita sea...su cuento de los martes.

martes, 18 de septiembre de 2007

Pueblo que quiere ser Patria

ESTE MARTES DE EBULLICIÓN VISCERAL EL CUENTO NO CONSIGUE FINAL FELIZ. TODAVÍA EL LOBO SE QUIERE SEGUIR COMIENDO A LA CAPERUCITA. ES EL CUENTO CENTENARIO DE UN PUEBLO QUE QUIERE SER PATRIA.

Cuando chiquilla solía decir que a diferencia de mis hermanos yo no era política, hasta que un profesor de filosofía en la universidad me hizo ver que los únicos que no son políticos son los muertos. Esos ya no opinan, salvo si tuvieron la precaución de dejar trazos de su pensamiento, de su humanidad. Ese profesor también me dio la noticia de que ya no era una chiquilla, porque a pesar de tener 16 años en el primer año universitario, desde el momento en que pagué la matrícula estaba dejando de serlo. Eso fue por el año 1988, cuando además casi todo residente en Panamá era de alguna manera un político.

A sus 85 años Panamá se encontraba en uno de sus conflictos más trascendentales como pueblo. Luego de seis años de la muerte del General Torrijos (incluso mucho antes) nos habíamos precipitado de fiesta en fiesta hasta las fauces de una situación insoportable de persecución y desconfianza cotidiana difíciles de desarraigar. Seguir describiendo esos tiempos tomaría todos los libros que han sido publicados, los documentales, películas, etc. que existen sobre Noriega, dictadura e invasión y mucho más.

Hoy, a poco más de 100 años de intentos por ser una Patria, este pueblo que se hizo país a la fuerza, que se hizo país para cumplir los requisitos de una empresa canalera incapaz de lograr todas sus ventajas y abusos ante un país beligerante y soberano como Colombia, todavía no se libera de la Maldición de Malinche. Hoy -sin asomo alguno de verguenza por decirlo- algunos sabiondos acomodan su mejor cara de ceño (o cualquier otra cosa) fruncido para decir que les "preocupa que la elección del Diputado Gonzáles como presiente de la Asamblea Nacional pueda afectar las negociaciones del TLC con los Estados Unidos".

Se nota que estos volverían a matar a Victoriano Lorenzo, al indio Urracá y a cuanto panameño se les cruce por delante para quedarles bien a los Americans si fuera necesario. No, no dejamos de ser un pueblo en el que el rico manda y el pobre es un necio si se opone. Un pueblo que no sabe ponerse de acuerdo para construir patria, en donde los intereses son los que mandan sobre la necesidad. Algunas veces, cuando escuchamos esa canción de Ruben Blades que se llama Patria, se nos asoman unas lágrimas de emoción, porque sí queremos, porque llevamos años queriendo ser adultos, queriendo crecer, pero una misteriosa propensión a la doblegación nos coloca nuevamente atrás y nos domina a punta de marketing, sueño americano y verguenza por la india de cuyo vientre hemos nacido.

Foto de Elisa Muñóz, tomada el 31 de Diciembre de 1999.

martes, 7 de agosto de 2007

Carlos Wynter en Bogotá 39

Este martes el cuento es que nuestro Carlos Wynter estará próximamente en Bogotá Colombia para el encuentro literario de Hay Festival y Bogotá Capital Mundial del Libro. Si, este cuentista panameño, junto a Eduardo Halfon de Guatemala y John Juniels de Colombia, han sido nombrados los nuevos representantes del cuento latinoamericano por Panamericana Editorial.

Wynter Melo ha publicado cinco libros de cuentos, entre ellos El Escapista, ganador del concurso panameño José María Sánchez (1998). Para los que no tengan acceso a sus libros, también se le puede conocer un poco en su blog http://www.fugados.blogspot.com/

El evento en Bogotá sera entre el 23 y 26 de agosto del 2007 en cafés y librerías, universidades, parques, etc. Todos ellos estarán firmando sus libros en la Plazoleta de la entrada principal de Unicentro, el sábado 25 de agosto entre las 3:00 a las 7:00 p.m.

martes, 31 de julio de 2007

"Al empiezo de la madrugada"

¿Qué pasa en una agencia de viajes cuando reciben noticias de un viajero? ¿Qué puede aportar "el corresponsal" a la vida de dos compañeros de trabajo, quienes detrás de una pantalla de computadora juegan a pintar Colombia en su versión tesoro del trópico?

Estas son las dos primeras preguntas que surgen cuando uno comienza a leer un cuento con tan sospechoso nombre. Pero es después, cuando uno se entrega al suspended disbelief (suspención de la incredulidad) del que me hablaron en la clase de literatura inglesa - condición necesaria para disfrutar verdaderamente una historia - cuando uno, no solamente se va contestando estas preguntas, sino que va queriendo leer más... y más.

El escritor colombiano Hugo Chaparro Valderrama, autor de esta historia a la que se llega a través de la Revista NUMERO en la internet, nos lleva por las sendas de un suizo enamorado "en" y "de" América, cuya filosofía de vida es tocar de oído, o como dice él mismo para el regocijo de sus atentos lectores: "Play it by ear". Altamente descriptiva, emotiva y valiéndose de unas referencias geográficas hermosas, este cuento se perfila como material de re-lectura obligada.

martes, 17 de julio de 2007

Ignacio Ortega Santizo


En 1950 Panamá tal vez no advirtió - como tampoco lo hizo durante más de cincuenta años - que en los primeros meses de ese año nacía un hombre que estaría dispuesto a dar la vida por los ideales de la solidaridad y la justicia entre los humanos. No podía saberse que el muchacho de dieciocho años que se inauguraba como ciudadano legal en el histórico año 1968 iba a vivir cantando y a morir soñando con un país más equitativo para sus hijos y para los hijos de todo el pueblo panameño.

De igual forma, en este sábado 14 de julio del año 2007, este pequeño país en el que las noticias vuelan, se deforman y rebotan contra el creciente pavimento, pocos supieron que se retiraba de la militancia de la sobrevivencia, el cantautor, el escritor, artista plástico y combatiente: Cáncer Ortega.

La promesa de seguir con los cuentos de "Encuentros Fugaces" en El Cuento de los Martes sigue en pie. Quien lo leyó después de su presentación en la pasada Feria del Libro supo lo que era la muerte para Cáncer: un vacilón, un vacilón duro, terrible, ineludible - y tal vez por ello un vacilón - que fue soportable gracias a la compañía de amigos y amigas, de sus hijos, y de su compañera Manuela, quien nos regaló aquellos cuidados sin los cuales no lo hubiésemos podido compartir en sus años de serena sabiduría.

martes, 10 de julio de 2007

Encuentros Fugaces

Ignacio Ortega Santizo deja otro legado a los panameños y al mundo: su libro "Encuentros Fugaces". Es una colección de historias en las que sus personajes se enfrentan mucho más que al denominador común que parece unirlos: la muerte. Allí coinciden las más universales deformaciones humanas con las esperanzas de siempre, se deja entrever el tejido social panameño en controversiales características, y se hace un juicio - en ocasiones no definitivo - al actuar de ciertos prototipos locales, sin dejar de permitirles el símil en otras sociedades.

Ortega utiliza un lenguaje claro, a veces bastante localista y otras muy posible de encontrar en cualquier parte del mundo. Su narración es llevadera, tiene ritmo y acompaña al lector en la mayoría de los recovecos del pensamiento, que pueden surgir en el recorrido de cada cuento. Habla sin pudor de las intimidades sin caer en lo innecesario, se reporta como observador detallista de entornos que parece conocer perfectamente; ya sea a través de alguna fuente (como sugiere en los agradecimientos) o personalmente.

Cada entrega se acompaña de imágenes, o más bien dibujos hechos por él mismo; ya que a través de su vida se ha desarrollado en varias artes, lo que le permite combinarlas como ahora. El libro en sí es fácil de manipular, tiene una impresión limpia y bien trabajada, la portada también lleva un dibujo de Cáncer - como se le conoce en Panamá - y no ofrece resistencia para ser llevado en carteras medianas, bajo el brazo, con otros enseres, o en el peor de los casos doblado cual cuaderno escolar y metido en el pantalón. Soporta sesiones en el inodoro y es elegante en cualquier banca de parque o salita de espera. También se lleva bien con lecturas en hamacas o al echarse en el piso.

En los siguientes martes estaremos comentando algunos de los cuentos más impactantes de "Encuentros Fugaces", un libro que ofrece muchos retos a la mojigatería que parece adueñarse de nuestros tiempos, pero que a la vez la trata con cierto paternalismo académico.

domingo, 3 de junio de 2007

una pasión por el cuento

La historia del cuento es larga. El otro día escuché un fragmento de este recorrido histórico, escrito por un periodista español que vive ahora aquí en Panamá. Como sea que los escritos de este hombre son muy llevaderos y contagian de su constante mezcla de nostalgia y alegría (combinación para pocos concedida), yo me dejé llevar por esas sendas del cuento hasta encontrarme identificada con las famosas "horas del cuento", que según sus investigaciones, se extendieron entre continentes con la rapidez propia de la globa, la munida o la planetización.

Sin embargo, me dije a mí misma - con la necedad crítica que a veces me persigue incómodamente - que El Cuento de los Martes era mucho más que una "hora del cuento". Porque no se trataba de traer un cuentecito bien envuelto en papel de recuerdos alegres para compartirlo con un público abierto a la fantasía como precondición necesaria. Los martes era todo un cuento en sí mismo. En primer lugar era el día del pretexto, porque hay que tener un cuento para salir de casa en la prima noche o para no llegar en ese suspiro eterno en que se convierte el expreso "del trabajo a la casa".

Luego, estaba la seguridad de que para honrar el nombre, al inicio siempre se leía un cuento. Eso era como saber que una pareja inicia el baile en una fiesta. Nada de sorpresas, pero sí que una intriga por saber cuál. El cuento de la semana era siempre el inicio de otros cuentos. Era un asunto totalmente conceptivo, dado que generaba - amparado por la cerveza, la compañía, la música en fondo y un montón de factores sugerentes como aquel atrapasueños - múltiples y hermosas tertulias que hasta hoy se siguen convirtiendo en cuentos.

Para decir la verdad, siempre fui demasiado poco para El Cuento de los Martes. Es un asunto que me superó, y lo confieso con la inocencia pendeja de quien se desprende sin malicia de su idea. También acepto que ese f e n ó m e n o pasa repetidamente en millones de lugares, sin que uno le ponga nombre u horario. El caso es que este consiguió identidad, tenía rostros, tenía voces, tenía imagen, y no era tan espontáneo como otros, pero si fue suficientemente fluído como para resultar atractivo. Quien no estuvo en El Cuento de los Martes lo notó. Decirlo puede ser un atrevimiento ingenuo, pero hay cosas que uno va entendiendo con los años y las capas.

Yo, que tengo una pasión por la narración, sé que no fue una "hora del cuento", yo experimenté el pretexto como cuento, le aposté a la lectura entonada y me hice parte de muchos cuentillos de corredor. Yo me desplegué en la voz que se corre por la ciudad, y también me hice invisible, porque muchos nunca supieron quién lo inventó. Pero también escuché, me hice cómplice de algunas historias y oí por accidente otras tantas. Viví un cuento, me hice vieja y volví a nacer en este lapso.

Ahora lo entiendo. Por eso lo comparto aquí, lo ofrezco, lo devuelvo.

Lucy Cristina Chau

martes, 6 de febrero de 2007

...y me perdí

El siguiente texto fue enviado por nuestra querida Lucha vía correo electrónico desde Sri Lanka.

Ay, qué bonito querida, entré a la página y me perdí.... había tanto para ver, tantos c a m i n o s para seguir, algunos me llevaron a puerto seguro y algunos, a ninguna parte. Qué rico andar por el mundo perdida sin un camino claro, sin rutas trazadas ni planeamientos estratégicos. Qué rico perderse entre los recónditos caminos del ciberespacio en esa página tuya que es como andar por el laberinto de Borges, sin saber con qué misteriosos personajes me encontraré... a Monterroso, lo vi muerto de risa y lleno de moscas. A Borges, musitandome un tango canyengue y a Lorca razgando en la guitarra un poema flamenco... todos ahi, y yo viajando por tu cyberpágina con la ilusión de estar más cerca de mi querido Panama y mis amigos tan chéveres. Tantas poesías, tantas historias, tanta música y tanta gente linda. Y yo acá, como un bulto de canela traído a patadas desde el C e y l a n. Pero no es chiste, estoy en el p.. Ceylan o como le dicen por acá "Sri Lanka". Y yo acá, en esta isla en medio del Oceano Indico extrañando a todos los poetas, los cuenteros, los historiadores del surrealismo pensando qué cuento les voy a echar este martes para poder reírme y decirles : ! Aja!! me los comi a cuento a todos!!!

Abrazos,
Lucha
(hasta el proximo martes)