Tal vez la clave para escribir un buen
cuento infantil se encuentre en la historia de Kipling al escribir Just
so. Esta colección se escribió
desde el profundo afecto que el escritor inglés mostró ante la inminente muerte
de su hija Josephine, quien tras agarrar una gripe en un viaje a los Estados
Unidos con su padre, se fue debilitando hasta quedar dormida para siempre.
Effie tenía siete años, la edad en la que
la fantasía y las preguntas sobre la vida se entremezclan en una sola
persona. Kipling, además poeta y
periodista, utilizó la narrativa como medicina de alivio para su pequeña ya sin
fuerzas. Le contaba estos cuentos
para que descansara y después de un tiempo de su fallecimiento, decidió
escribirlos e incluso ilustrarlos personalmente. Mandó la colección a su editor, quien los puso a prueba con
su propio hijo, también de siete años.
Nicolas les puso nombre y pidió por ello una pequeña regalía, que más
adelante le haría próspero, ya que los Just so se vendieron muy bien en su
primera edición en Inglaterra.
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Ilustración del cuento "Las manchas del Leopardo" |
Yo me encontré una versión en castellano
en una librería local. Se llama
Cuentos Exactamente así y hacen la salvedad sus editores (Ediciones Diada de Argentina) de
que el sólo hecho de traducirlos ha sido una irreverencia para con Kipling y
sus últimos deseos, pero que guardan la esperanza de que esta versión – en vez
de ponerlos a descansar, como a la pequeña Effie – despierte niños, que es en
definitiva “la función de la literatura”.
Pero no tienen por qué pelear ambos
efectos. En el caso de las
historias de Rudyard Kipling, los cuentos tienen varias características, que
por un lado pueden tranquilizar al niño más inquieto y por el otro, despertarle
en imaginación y vuelo semántico. Lo primero es que están muy bien contadas, con un ritmo que no te dejan
ganas sino de escuchar el final.
Cada elemento que introduce es como una llave para abrir la siguiente
puerta. Luego es atrevido, como buen
niño en el que se convirtió el autor para inventar estas bellas historias. En esa misma línea, le da su propio
sentido a la vida; da explicaciones fantásticas sobre hechos naturales que
damos por sentados. Además,
trabaja la descripción generosamente. Estira, jala, ilumina y tuerce a sus
personajes – casi todos animales – hasta darles forma en el intelecto. Y – tal
vez – por último, otorga un por qué y un cómo, que son dos preguntas ejemplares
cuyas respuestas siempre buscan los niños inquietos, inteligentes y creativos.
Cualquier otra técnica para literatura
infantil como la onomatopeya o la repetición, pueden parecer hasta aburridas
para los niños, si no se acompañan por esas respuestas que quieren de la
vida. Yo digo que Kipling se hizo
niño con su niña y por eso sus historias deben contarse Exactamente así, como
yo las encontré… o Precisamente así, como se las regalo a ustedes en este sitio
donde las encontré en la maravillosa Internet donde ustedes y yo conversamos
algunos martes.