martes, 16 de marzo de 2010

Muy viejos para los cuentos


Les tengo malas noticias.  Si están leyendo esto, seguro experimentan lo que se denomina una regresión.  Todo me lo aclaró una vendedora de apartamentos cuando le toqué el tema de la lectura.  Me dijo que a uno le gustan los cuentos cuando es niño, la poesía cuando es adolescente y las novelas cuando le va mal en el matrimonio.   Yo – me dijo –  ya pasé por todo eso, y agregó con firmeza: “yo era bien romántica, pero ya me curé”.

Las malas noticias no sólo tienen que ver con que los aquí presentes no hayamos  superado las etapas de esta psicología de a puñetes, sino con el estrecho sendero de la literatura.  A juicio de mi personaje de esta semana – que sinceramente creo que es el de una gran mayoría de personas en esta frívola ciudad de Panamá – mientras más rápido uno supere estas tres etapas de fantasía improductiva, mejor se adapta al mundo real. 

Casi le creo, miren.  Si no hubiera sido porque empezamos a hablar de política y economía, hubiera comenzado a deshacerme de mis libros de cuento en primer lugar.  Los de poesía los hubiera abandonado en un parque y a las novelas las hubiera guardado en cajas (por precaución).   Me dijo que era el momento propicio para comprar bienes costosos, porque el alza de los impuestos (un 2% en las compras gravables) los encarecería en unos meses, pero que claro que era una buena cosa lo que estaba haciendo el gobierno, porque con esa plata estaban ayudando a los pobres. 

¡Ajá! Empezaba a mostrar lo estúpida en pocos minutos.  Cualquiera que vea las noticias – aún los canales más entregados a la propaganda gubernamental – puede sacar las cuentas sin calculadora.  Este flamante nuevo gobierno encontró la fórmula perfecta para darle un subsidio de al menos 16 millones de dólares a los grandes comercios, borrando del mapa a las pequeñas tiendas y vendedores ambulantes.  Inventaron el “bono escolar” para comprar uniformes y materiales, le dieron un papelito de 20 dólares a unos 800,000 estudiantes en la primera semana de clase y les dieron fecha límite para usarlos.  Les agregaron  una mochila que se rompió en el primer paseo y la orden obligatoria de usar las bolsotas con propaganda del estado, aún cuando estuvieran rotas.

El bono escolar fue rápidamente usado hasta para comprar carteras en algunos almacenes y en otros se armó el caos porque pretendían obligar a la gente a comprar las porquerías que se les estaban quedando en los anaqueles.  No olviden que el primer día de escuela “hay” que llegar uniformado; y en las escuelas privadas hay que tenerlo todo antes de entrar.  No me pregunten si el bono se puede usar en partes, porque seguramente la cajera en el almacén dirá “se tiene que usar en su totalidad, señora, no damos vuelto por uso de bono….”, y la gente cogerá por ahí más borradores y cuadernos para completar.  Negocio redondo  ¿verdad? Imagínese que la cadena de supermercados propiedad del Presidente de Panamá ahora vende uniformes de escuelas públicas….y todavía dice la vendedora de apartamentos que a ella ya no le gustan los cuentos!!!