martes, 14 de junio de 2011

El pibe Cabriola

En el 2000, la Unesco y Radio Nederland sacaron una colección bajo el título “Valores. 12 Cuentos y reflexiones iberoamericanos para una cultura de paz”, en el cual participaban escritores como Rosa Montero, Eduardo Galeano, Ángeles Mastreta, Manuel Vásquez Montalbán, Elena Poniatoswka, Alfredo Bryce Echenique, Antonio Skármeta, Jorge Edwards, Abel Posse, Lidia Jorge y Sergio Ramírez.  Este último postuló un maravilloso cuento con el nombre de “El pibe Cabriola”.

La colección era semi-lujosa, bellamente ilustrada, y cada texto, incluidos en discos compactos, fue grabado en voz de su autor.  Es un tesoro, que en su momento se distribuyó en emisoras de radio en toda América y que también he compartido con algunas personas que devuelven libros.

Autogol, fotografía tomada de ligafutbol.net
Pero para volver a Sergio Ramírez y “El pibe Cabriola” no puedo olvidar un episodio triste del fútbol: el autogol del colombiano Andrés Escobar en el mundial de 1994 y la consecuente tragedia de su asesinato en una discoteca de Medellín.  El nicaragüense Sergio Ramírez parece haber tomado esta historia como base para este cuento.  Lo relata en primera persona y lo lleva entre la pasión por el fútbol y la desesperanza de un personaje que atestigua la tragedia como algo irremediable y a la vez vergonzoso. 

La narración es muy fluida, cada eslabón del texto puede sólo, pero juntos tienen la fuerza inexplicable de algo que va creciendo, más que nada en la imaginación.  Aunque uno esté advertido, el final le parece imposible, con ese sabor a impotencia que te dejan las verdades crueles. 

Leerlo pone en perspectiva el fanatismo.  Hay muchas maneras de matar a una persona, y la crueldad tiene esa característica de acercarse demasiado al límite de lo tolerable.  Una cosa es haberse enterado en las noticias de que aquel defensa colombiano fue muerto a tiros en una discoteca y otra leer la adaptación de Ramírez.  Con la noticia se puede elaborar alguna teoría irracional de mafias y apuesta, pero en esta lectura se empieza a comprender que evolucionar requiere más que vestirse a la moda y tener artículos electrónicos modernos.

En el contexto del libro del Año Internacional para una Cultura de Paz, este es uno de los más fuertes relatos de la colección, dado que nadie sale bien librado de la radiografía.  ¿Cuántas veces no hemos alterado la balanza al juzgar a un ser humano?  Tenemos esa debilidad visceral de anular a alguien por un solo error, cuando del otro lado contiene más razones para amarle.

“El pibe Cabriola” es más que un cuento.  Es la posibilidad de una introspección para la evaluación individual de la capacidad destructiva de la humanidad.  Es un relato de un segundo de nuestro pensamiento, ese que secretamente es capaz de decir “se lo merece”.

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