martes, 13 de octubre de 2009

Rey Barría y las "Ánimas Volcánicas"

"Como todos los viernes en la tarde, los parroquianos de "El Volcán" se disputaban sillas y mesas con los clientes recientes que han descubierto un lugar y un pretexto en donde comer un buen pescado frito acompañado de una veintena de cervezas".

Con estas palabras, comienza Rey Barría su cuento "Ánimas Volcánicas" del libro "cuentos.com/probados", una historia en la cual se entreteje lo fantástico, lo anecdótico y lo histórico. Si, El Volcán es efectivamente un sitio así como lo describe el autor a lo largo de su relato. Tal vez es cierto que en su rockola, llamada "El Cementerio" por su colección de intérpretes difuntos como Beny Moré, Rolando La Serie y Celeste Mendoza, había un letrero que decía "Terminantemente prohibido bailar" (no lo recuerdo bien), pero si recuerdo que las veces que fui allí, nos vimos obligados a salir antes de la media noche, porque así fuera que estaba al desborde, cerraban relativamente temprano.

Si claro, de hecho creo que conocí a Rey Barría en El Volcán, junto a los compañeros del Colectivo José Martí, con quienes nos congregábamos los sábados después del taller literario. Allí también conocí al arquitecto Kourany, gente con la que muchas lunas después compartimos en El Cuento de los Martes. En esos días pude experimentar lo cierto de que "cuando una mujer entra a "El Volcán" se hace más linda y esbelta, pero cuando sale pierde esos atributos que sólo son posibles apreciarlos en las pupilas dilatadas de los bebientes activos". También recuerdo al mesero que sabía si iba a llover por una platina que tenía en la rodilla, así como a los gatos que frecuentaban los alrededores en busca de sus espinas de pescado.

Pero con los años de ser parroquiando del ex-jorón, seguramente Rey Barría, como otros tantos fieles, se habrán preguntado por qué nunca se permitían cerrar después de las once de la noche. Y seguramente entre esas elucubraciones nace esta narración de lo que pudo ser una noche en las intimidades misteriosas de El Volcán.

Es un texto muy rico en descripciones, con un toque poético. Su tono recuerda levemente algunas historias de Cortázar, pero conserva su atención en los hechos locales, en los contextos lúdicos que rodean a la referencia principal, que es el entrañable local citadino. Este libro salió en el 2003, justo cuando El Cuento de los Martes nacía en sus andanzas y los parroquianos del bar Mi Habana pudimos disfrutar de las lecturas de su autor y adquirir un ejemplar para disfrutarlos en nuestra propia intimidad, o como ahora, con el mundo cibernético.