martes, 18 de septiembre de 2007

Pueblo que quiere ser Patria

ESTE MARTES DE EBULLICIÓN VISCERAL EL CUENTO NO CONSIGUE FINAL FELIZ. TODAVÍA EL LOBO SE QUIERE SEGUIR COMIENDO A LA CAPERUCITA. ES EL CUENTO CENTENARIO DE UN PUEBLO QUE QUIERE SER PATRIA.

Cuando chiquilla solía decir que a diferencia de mis hermanos yo no era política, hasta que un profesor de filosofía en la universidad me hizo ver que los únicos que no son políticos son los muertos. Esos ya no opinan, salvo si tuvieron la precaución de dejar trazos de su pensamiento, de su humanidad. Ese profesor también me dio la noticia de que ya no era una chiquilla, porque a pesar de tener 16 años en el primer año universitario, desde el momento en que pagué la matrícula estaba dejando de serlo. Eso fue por el año 1988, cuando además casi todo residente en Panamá era de alguna manera un político.

A sus 85 años Panamá se encontraba en uno de sus conflictos más trascendentales como pueblo. Luego de seis años de la muerte del General Torrijos (incluso mucho antes) nos habíamos precipitado de fiesta en fiesta hasta las fauces de una situación insoportable de persecución y desconfianza cotidiana difíciles de desarraigar. Seguir describiendo esos tiempos tomaría todos los libros que han sido publicados, los documentales, películas, etc. que existen sobre Noriega, dictadura e invasión y mucho más.

Hoy, a poco más de 100 años de intentos por ser una Patria, este pueblo que se hizo país a la fuerza, que se hizo país para cumplir los requisitos de una empresa canalera incapaz de lograr todas sus ventajas y abusos ante un país beligerante y soberano como Colombia, todavía no se libera de la Maldición de Malinche. Hoy -sin asomo alguno de verguenza por decirlo- algunos sabiondos acomodan su mejor cara de ceño (o cualquier otra cosa) fruncido para decir que les "preocupa que la elección del Diputado Gonzáles como presiente de la Asamblea Nacional pueda afectar las negociaciones del TLC con los Estados Unidos".

Se nota que estos volverían a matar a Victoriano Lorenzo, al indio Urracá y a cuanto panameño se les cruce por delante para quedarles bien a los Americans si fuera necesario. No, no dejamos de ser un pueblo en el que el rico manda y el pobre es un necio si se opone. Un pueblo que no sabe ponerse de acuerdo para construir patria, en donde los intereses son los que mandan sobre la necesidad. Algunas veces, cuando escuchamos esa canción de Ruben Blades que se llama Patria, se nos asoman unas lágrimas de emoción, porque sí queremos, porque llevamos años queriendo ser adultos, queriendo crecer, pero una misteriosa propensión a la doblegación nos coloca nuevamente atrás y nos domina a punta de marketing, sueño americano y verguenza por la india de cuyo vientre hemos nacido.

Foto de Elisa Muñóz, tomada el 31 de Diciembre de 1999.

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