martes, 30 de octubre de 2007

Ichi, los encuentros y el destino

Hoy martes, como una de esas cosas simbólicas que a una la dejan pensando largo, me encontré con Ichi. Para quienes no hayan revisado las primeras entradas, Ichi era la entonces socia del Bar Mi Habana en donde comenzó El Cuento de los Martes.

Ella estaba radiante, a pesar de un extraño y novedoso cuello ortopédico que la obligaba a centrar la visión en su interlocutor. Una lesión – me dijo – la tuve hace años y con ciertos ejercicios me lastimo. De pronto sentí el contexto, estábamos en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad. Me sentí feliz de saberla de vuelta a sus quimeras, a las añoranzas de los tiempos en los que soñaban con reinventar el mundo. Claro que ya no hay Oveja Negra, teatro de calle, Brigada Muralista o música de trova llenando los ambientes, pero ahí estaba mi hermana Vielka dictando clases en un aula, Eduardo Irving y otros rostros familiares, y entendía que de alguna manera ellos – la generación de los setenta – siguen luchando por un Panamá bueno para los panameños.

No sé si el destino, como aquella noche del año 2003 me tenga reservado alguna misión en la que no haya pensado. Sé que a veces también dejo pasar las oportunidades de actuar, se que a veces la vida me tiene que llegar por el costado, pero hoy me queda la extraña sensación de que algo ocurrió entre el mediodía y esta hora en la que escribo.

2 comentarios:

  1. ...exelente idea de los martes, sospecho que tienes una parecida fuente de inspiración...por cierto, las "horas" muy buena pelicula,la recomiendo siempre...

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  2. Gracias Gabriel. Qué bueno que te gusta. Ojalá pueda mantenerlo y no me sumerja en el tráfico de las cinco por una eternidad.

    Las horas es ciertamente una excelente película, aunque a mucha gente le cuesta terminarla por el ritmo.

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