martes, 18 de agosto de 2009

Leer como comprar zapatos nuevos

Aquel ejercicio íntimo de la lectura no ha escapado al mercantilismo. Se ha hecho además, un asunto de modas y hasta tiene que ver con la piratería. Un sudamericano me contó que su libro fue distribuido por vendedores ambulantes, antes que el original saliera de la imprenta. Cuando la editorial le pidió que demandara, él les contestó que la culpa era de ellos, por dilatar su lanzamiento y especular con la obra.

Estamos ante las puertas de una feria del libro en Panamá, y el comentario más sonado fue la crítica de promover la feria con un personaje que lee a Paulo Coelho. Pero muchos confesaron que les gustaba El Alquimista, auque fuera de auto-ayuda y la cosa quedó como protesta intelectualoide frustrada. Luego, dicen que viene Vargas Llosa, y después escucho todo un barullo a cuenta de que la Alcaldía le restringe el apoyo al pabellón infantil; pero esto se revierte después, como parte de ese “gran mensaje a la nación”, de que este gobierno va a “meter la pata, pero no la mano”. Al final, Vargas Llosa aparece en el sitio Internet de la feria como una escuálida referencia a la importancia de Perú en la literatura, como para que el nombre atraiga público. Ya podemos imaginarnos a la gente en los pasillos del centro de convenciones, preguntando a qué horas llega el escritor peruano mejor mercadeado de las últimas décadas.

Pero eso me parece apenas una linda venganza contra el consumismo, cuando – buscando parecerse a las grandes ferias del libro – se sustenta la atracción en un personaje famoso. Y es que si una cosa buena puede ofrecer una feria del libro, no son solamente los puestos de venta, mucho menos si van a vender al mismo precio de siempre, sino la posibilidad de encontrarse con la literatura. De hecho, casi todas en la región utilizan el formato de actividades paralelas, como presentaciones de libros, coloquios, talleres, etc., que son los que hacen circular público por entre los anaqueles. Si no fuera por eso, la gente iría una vez, pero cuando tienen el programa y ven que hay razones para volver, lo hacen con entusiasmo. De hecho, hay quien sólo va a la Feria por un evento, y luego se anima a llevar algo.

Claro, están quienes leen como si se tratara de abastecerse de la última moda en zapatos, los que compran best sellers aunque sean la misma fórmula de siempre, los que pagan por el nombre del autor, esos que no reconocerían una buena historia porque están acostumbrados a la oferta comercial, quienes no soportan los libros viejos llenos de magia, quienes esperan la nominación del Premio Nobel para tomar la decisión de su próxima compra. Pero todos estos, que son uno sólo, no van necesariamente a las ferias, no rebuscan entre las mesas llenas de textos, no se maravillan con autores recién publicados, no se preguntan si un café, si yo, si las estrellas…


la imagen es del sitio alamoda.com

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