martes, 2 de febrero de 2010

El Banquero Anarquista

Fernando Pessoa era un genio, además de un excelente escritor.  Eso lo empecé a notar cuando Eduardo Soto me regaló “Critica” de Pessoa, pero ahora que rescaté este cuento de entre unos libros pendientes que tengo por ahí, estoy segura.  La ficción de Pessoa es también razón y crítica de los modelos sociales construidos para cuidar apariencias. El Banquero Anarquista entra en el género de los “cuentos de razonamiento”.  En verdad, no sé quién inventó esa categoría, pero la tónica es de tocar temas filosóficos, y – como en este caso – hasta políticos. 

El banquero de Pessoa está seguro de que es anarquista, y su interlocutor lo duda a cada momento, pues parece imposible que un hombre que acumula riquezas y que vive del Capitalismo pueda creerse un anarquista como los que predican costumbres muy radicales en torno a posesiones y el orden (mejor dicho desorden) social.

El autor y el personaje parecen mezclarse en uno solo cuando van al profundo de las teorías anarquistas, de las revoluciones que nunca lograron más que nuevos tiranos para el pueblos, de los líderes que se tornaron en nuevos dictadores y de los movimientos sociales que acabaron desgastados a través de la historia.  Esto lo decía en 1922 sin haber cruzado con nosotros este triste umbral de neoliberalismo en el que nos encontramos perdidos como sociedad y como seres humanos.

Una frase clave aquí es “Ellos son anarquistas y estúpidos; yo, anarquista e inteligente”, porque la desarrolla hasta el final, explicando cómo el anarquismo se contradice a cada rato, cuando – para lograr sus fines – utiliza la tiranía del liderazgo y el seguimiento de los dogmas que cada grupo se inventa para subsistir.  Dice el autor que uno nace hombre o mujer; no rico ni pobre, marido, católico, protestante, inglés o portugués, y agrega que “todas estas distinciones se hacen en virtud de las apariencias sociales”, pero no son naturales.  Alega que cuando el anarquismo pretende “sustituir” estas apariencias sociales por otras (incluyendo categorizarse como anarquista), está cayendo en aquello que combate.

La idea del banquero se va explicando a través de su historia de vida, en la cual va modificando todo aquello que le parece equivocado, hasta llegar a convertirse en un singular revolucionario a quien no le interesa el dinero, pero se lo ha quitado del camino a no pocas personas.

Me desespera un poco el ritmo de la historia, pues el escritor se da pausas para que el personaje recuerde, medite, encienda un puro y se ría de la inocencia de su compañero.  También me roba la calma las reiteraciones; aunque confieso que de no haber, hubiera tenido que hacer yo misma las pausas para digerir el contenido.  Por ejemplo, cuando dice que ayudar a alguien es tomarle por incapaz, en esta idea toca detenerse y pensar, pero el autor lo hace con uno, colocando una pausa en el discurso.  Sugiere, a través de una acción del banquero, que uno también se detenga a pensar en esto, que uno piense en la grave tiranía que es suponer que el otro no puede hacer algo por sí mismo.

Con este último razonamiento, el banquero lleva a otros a odiar a la sociedad como tal, pero viviendo en carne propia la inanición, la pobreza y la riqueza.  Tal parece que ha conducido a muchos a pensar y a luchar contra las convenciones, pero ¿no se volvió un poco tirano?  “No”, contesta el banquero, porque la tiranía está en las convenciones sociales, ellos se han hecho presa de las apariencias y sólo quien se libera de ellas “se libera”.

Así, magistralmente, quien lee “El banquero anarquista” es conducido por una historia que en tiempo real podría llevar al máximo una hora de conversación, que comienza al finalizar la cena y termina al levantarse de tan peculiar sobremesa.  Dentro de esta historia, un chico pobre pasa de pertenecer al movimiento anarquista, a convertirse en un estratega ideológico cuyos métodos le dejan a uno con ganas de una segunda parte.

Les invito a leer “El banquero anarquista” en el sitio Internet de Canarias Insurgente, en un documento “pdf” que pueden guardar en la computadora.  

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