martes, 13 de marzo de 2012

Willie, el malo

Anoche, antes de dormir, me leí una entrevista que le hizo Leonardo Padrón – un periodista y escritor venezolano – al salsero Willie Colón.  Bajo el nombre de “El único deporte que yo aprendí fue a pelear”, todo el cuento se va por ese camino demasiado simple (pero nunca fácil), que ha sido la vida de este personaje de la salsa.
  
En resumen, es un tipo hábil y trabajador, que se ha pegado de artistas geniales para brillar.  Héctor Lavoe fue su tótem de bolsillo y su amuleto de la buena suerte.  Confiesa entre líneas que el puertoriqueño le abrió las puertas del mundo con su personalidad y su genio.  Luego se hizo de Rubén Blades para consolidarse, para entrar en el mundo de la “salsa consciente”, un género que ya no sólo gustaba a los salseros, a la gente “de pueblo” que encontraba en la música un camino hacia la ideología de la calle, sino a los intelectuales y pequeño-burgueses, que encontraban acomodo en el ritmo tropical con reflexiones sencillas, pero profundas.

Casualmente, en esa entrevista se puede entender con un cristal de aumento, que las misteriosas diferencias que separaron a Willie de Rubén se dieron en el ámbito de lo moral.  Porque parece que mientras Rubencito es de los que ponen la cara y aguantan el golpe, como lo explica gráficamente la carátula del long play Metiendo Mano; Willie Colón es de los que están detrás de la jugada, en la estrategia para ganar.

Cuenta el entrevistado que desde los trece años trabaja y mantiene a su familia, que fue hijo de un malandro, que él mismo llevó por apodo “el malo” y que ahora es asesor político de un alcalde.  Sueña, eso sí, con retirarse, pero le teme tremendamente a la pobreza.  Y es tal vez por eso que sigue siendo un poco ese “malo” detrás de quien se esconde para sobrevivir. 

Willie Colón es leyenda viva, es historia de América Latina, es un visionario también, un empresario que aprendió a reconocer el éxito y a meterle el diente.  Yo nunca lo he visto hablar demasiado de lo que hace y cómo lo hace, y eso lo confirma en esta entrevista, en la cual habla del Bronx como su dominio, uno por el que luchó desde pequeño, donde vio que para sobrevivir a la discriminación racial, social y regional era necesario alcanzar pronto la fama y la fortuna.

Padrón termina la entrevista con un par de preguntas tontas (ya nos dijo repetidamente que estaba bajo presión), que su interlocutor ni siquiera contesta, pero deja claro que es un hombre práctico y muy consciente de su lugar en el mundo.  No hace demasiados alardes, pero posa con su trombón dorado y su sonrisa de saber mucho de la vida.





1 comentario:

  1. Ahora entiendo mejor aquella frase que dice Willie en "Corazón Gerrero": O tú comes de la vida o la vida te come...
    Saludos, Joao

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