Hay una grave enfermedad que usted puede tener
sin haberse percatado. Las científicas del cuento, la llamamos Déficit de
incredulidad suspendida. Se trata
de una habilidad mental natural con la que podemos disfrutar de un cuento.
También aplica para ver películas,
telenovelas, profesar religiones, aceptar planes de gobierno de partidos
políticos y reportes de bienestar social de parte de gobiernos que andan
negociando con los bienes del Estado.
Claro, estos dos últimos usos son ya lo que se conoce como “malas
prácticas en la suspensión de la incredulidad”. Esto ocurre cuando abusamos de la facultad para creer,
cuando perdemos el sentido común, cuando pensamos que nuestras acciones no
tendrán consecuencias; en resumen, cuando no hemos logrado madurar.
Pero la suspensión de la incredulidad no
tiene nada que ver con la inmadurez.
Ella es como un pase que el lector o espectador debe adquirir para poder
disfrutar de la obra. Sin esta, todo
el esfuerzo literario se estrella contra el cuestionamiento innecesario. ¿Acaso los lobos hablan? ¿Una nietecita
no puede diferenciar un lobo empijamado de su propia abuelita? ¿Cómo vuela un
ser sin alas? ¿De dónde salen tantas mariposas amarillas?
Hay que apagar ese motor y viajar en el
piloto automático. Debemos firmar el contrato con quién ha escrito la obra y
concentrarnos en la historia, suspender esa tendencia a desconfiar y dejarla
para cuando el funcionario de gobierno nos diga uno de sus cuentos.
En cine, como en cuento existe la "diégesis". Sucede cuando vemos la película o leemos el cuento.El espectador/lector, se disocia de la realidad y se mete en esa otra. Y cree todo. O al menos, el material debe permitir esa credibilidad. Si el material no proporciona eso, lo que vendrá es: joooooo qué bate! o Ay por favor!!!
ResponderEliminarSi, que si. Hay historias que no guardan coherencia. Imposible ajustarse el cinturón, pues las cosas no cuadran.
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