martes, 27 de noviembre de 2012

Rip van Winkle … o pastillas para dormir


Me encantaría tomarme unas pastillitas para dormir mientras pasa el gobierno de turno, y despertarme cuando esta crisis de valores y esta angustia constante por las intervenciones urbanísticas de mal gusto desaparezca de mi país.  Ya he pensado varias veces invocar la suerte de Rip van Winkle, ese personaje simplón y a la vez mítico, que – agobiado por los reproches de su esposa y el aburrimiento de la colonia holandesa asentada en las tierras del “nuevo mundo” – se fue a las montañas de Kaatskill a relajarse un rato y despertó veinte años más tarde, cuando ya la situación política de su comarca había cambiado y su molesta esposa estaba muerta.

Este cuento está escrito de manera particular, sugiriendo que fue encontrado entre los manuscritos de Diedrich Knickerbocker, un famoso personaje de historias de Washington Irving, autor de nuestro cuento de hoy.  A su vez, este cuento se publicó por primera vez en una colección de cuentos escritos bajo el seudónimo de Geofrey Crayon.

Está lleno de explicaciones, referencias y aclaraciones, lo cual hace pensar que su autor quisiera convencernos de que creamos en la veracidad de la historia.  Recordemos que Irving le adjudica la autoría al personaje holandés Knickerbocker y tal vez por ello, hace a propósito que su redacción sea un poco rimbombante.  Más que como un cuento, está narrado como una leyenda.

Lo que lo hace diferente no es en sí el hecho de que un  buen hombre se durmiera por tanto tiempo, tema que ya había sido planteado por otros escritores en Europa, sino la conveniencia de este sueño prolongado que sirve de elipsis al gran cambio que representaba la Independencia de Estados Unidos.  De hecho, el pobre viejo saluda al Rey públicamente y es acusado inmediatamente de “conservador”, debiendo aclarar que se encontraba perdido y confundido por las circunstancias de su larga ausencia.

La construcción de este personaje ocupa el 80% de la narración, incluyendo una alusión al carácter de su hijo 20 años más tarde, quien resultó heredero de la presencia inocua del padre.  Sin embargo es claro que para la credibilidad de la historia se hace importante tener presente quién era su protagonista. 

De las cosas más preciadas de este cuento son las descripciones de Kaatskill, esas montañas que en el cuento logran juegos de luces al reflejar atardeceres y amaneceres en su singular geología y el humor con el que se burla de todo, incluso del cuento, diciendo que “no vale un ápice más de lo que pudiera”, como una especie de frase hueca.

En todo caso, Irving logró posicionar a Rip van Winkle como un clásico de la literatura norteamericana en cuento corto, planteando con él muchos temas que se resuelven con el largo sueño del viejillo de las barbas.

Yo sigo con la idea, esta noche marciana, de echarme a dormir por tres o cuatro años a ver si al despertar hemos cambiado, no sólo la pobre situación nacional, sino esta monarquía de trasnacionales que nos gobierna a escala mundial.  El problema es que – como dice mi pequeño – Rip van Winkle debió despertarse con hambre y con un aliento… 


[lea Rip van Winkle en http://www.eastoftheweb.com/short-stories/UBooks/RipVan.shtml y disfrútelo en su idioma original o busque una versión en español en la enorme web.] 


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